Con cambios de reglas, inestabilidad y una presión impositiva que se define como asfixiante, algunos inversores dicen que Argentina los pone permanentemente a prueba. Otros, eligen probar suerte en países vecinos.
Un ejemplo es Uruguay. En medio de la pelea con el campo, en tiempos de Cristina, el grupo El Tejar y Los Grobo ayudaron a transformar un país pastoril en una potencia agrícola. Y la novedad es Paraguay que, con fuertes inversiones argentinas y brasileñas, escaló a convertirse en el quinto productor mundial de soja con 10,5 millones de toneladas. Y ya es un exportador de carnes con peso global.
El uso de tecnología de punta en Paraguay reconoce otros actores como la comunidad menonita. Un argentino, con campos ganaderos y agrícolas en el norte paraguayo, que pidió no ser identificado, detecta el paso hacia la industrialización de lo que producen con plantas de crushing para la soja y fábricas de galletitas además de una incipiente pero pujante industria láctea.
En los últimos tiempos hay “un aluvión” de inversores de todo tamaño que experimentan en negocios vinculados a la agroindustria.
Condiciones que distan de ser similares
Eso sí, quienes están en Paraguay remarcan que las condiciones para producir distan de ser similares a las de Argentina. Los suelos lateríticos, con abundancia de hierro requieren altas dosis de fertilizantes. Incluso para disminuir la cantidad de hierro le colocan cal.
Tampoco hay infraestructura en caminos. Solo una ruta asfaltada, la 9, atraviesa el país de punta a punta. Sacar el ganado o la cosecha de los campos en un país con clima subtropical y fuertes lluvias suele ser una odisea. Los rindes en casi todos los cultivos son menores a los de Argentina. La carga de hacienda por hectárea también es baja, algo que está cambiando con la proliferación de los feed lots.
Otro inconveniente grave es la ausencia de acopios. A tal punto, que muchas veces el acopio se realiza en los mismos camiones lo que incrementa costos. Los silos bolsa, que se importan a raudales desde Argentina, han venido a suplir en parte ese serio problema. Resaltan en ese escenario una conexión a internet que no falla aún en las zonas remotas.
Las muy significativas ventajas impositivas
Y aseguran que las “muy significativas” ventajas impositivas disimulan esas trabas productivas. En Paraguay no existen las retenciones. Los impuestos a la propiedad rural son cobrados por los departamentos, como a las provincias, y equivalen a irrisorios $ 240 al año por hectárea. En cuanto al impuesto a las Ganancias, se calcula un 30% a partir de un determinado giro empresario. De ese 30% se paga en promedio 10% por las deducciones y el incentivo a la reinversión de utilidades.
El precio de la hectárea varía entre US$ 600 y US$ 1.000 en el caso de la tierra ganadera de baja carga animal. Y llega a US$ 9.000 y hasta US$ 12 mil en las mejores regiones agrícolas.
Claro que advierten que conviene hacer un estudio de títulos antes de comprar: se han producido muchas superposiciones que arrancaron con la venta de tierras de la empresa Carlos Casado, la firma forestal argentina que se fue desmembrando con el tiempo.
Predomina la maquinaria brasileña con las marcas Jacto, Baldan, Massey Ferguson Brasil y Valtra. Pero últimamente de la mano de Pauny, Mainero, Cestari, Yomel, Metalfor, entre otras, las made in Argentina están ganando posiciones. Los grupos de divulgación técnica como los CREA, también importados desde Argentina, están presentes con las mismas modalidades de reunión y divulgación.
En semillas, Nidera, la cordobesa Oscar Peman, ACA y Rizobacter ocupan posiciones de liderazgo. Y se reconoce el rol de los centros de inseminación artificial y mejoramiento genético para las razas vacunas que desembarcaron de Argentina, como Ciale, Ciavt y Genética Debernardi. Son otros motores de la ganadería paraguaya.
Fuente: Clarín
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